Los Planetas Metálicos de la Alquimia

Samael Aun Weor

Primera Edición, 1974

Los planetas de nuestro Sistema Solar gravitan armoniosamente alrededor del Sol. Realmente, es maravillosa la danza de los mundos en derredor de su centro gravitacional. Sin embargo, de todo esto, lo más interesante para nosotros son los planetas metálicos de la alquimia. Si vemos en forma clara y precisa el orden de los mundos, podríamos trazar un esquema perfecto.

Observen ustedes, hermanos, observen cuidadosamente el orden de los mundos, para que luego traten de comprender cuál es el trabajo de la alquimia sexual. Tenemos nosotros aquí a Saturno, y en la parte baja la Luna. Vamos a poner un orden. Sobre la Luna está Mercurio. Un poco más arriba, en el orden de los mundos, está Venus; luego el Sol, o sea, el astro rey; más allá Marte, el planeta de la guerra; luego seguiremos con Júpiter y seguidamente, como ya dije, Saturno, el más elevado.

Si observamos detenidamente el orden de los mundos, vemos que el Sol está en el centro, él es quien da vida a todos los planetas del Sistema Solar.

Es mediante la alquimia sexual que se pueden hacer transformaciones maravillosas.

Ante todo, es bueno saber que estos planetas tienen su exponente en nuestro propio sistema seminal y dentro de nuestro propio organismo, aquí y ahora.

Saturno, el anciano de los cielos, mediante la alquimia sexual se convierte dentro de nosotros mismos en la Luna. ¿Por qué? Porque los dos extremos exactamente se corresponden mutuamente.

Júpiter, mediante la alquimia sexual, se transforma en el Mercurio de la filosofía secreta. Precisamente, lo más interesante de la Gran Obra, es ver uno a su propio Mercurio en el espejo de la alquimia. Dicen los grandes maestros que cuando esto sucede, el Santo Tomás que muchos llevan dentro, queda confundido, desconcertado. De manera que Júpiter, transformándose en el Mercurio, es algo extraordinario. El cuerpo astral surge entonces espléndido, lo cual significa un cambio magnífico en nuestra psiquis.

Marte se debe convertir en Venus. Ese Marte belicoso y terrible que todos cargamos en nuestras propias profundidades, ese Marte guerrero y peleador, debe transformarse en la Venus del amor.

Y al fin, queda el Sol como centro, dando vida a toda nuestra constitución ígnea. Estos planetas metálicos, pues, están en nuestro caos metálico también, es decir, en el sistema seminal, en el ens seminis.

Resulta sorprendente que el viejo Saturno Venerable venga a transformarse ciertamente, a convertirse en el niño de belleza cautivadora que debe nacer en nosotros, pues cada uno en la vejez debe convertirse en un niño, dicen los psiquiatras...

Resulta extraordinario que ese Júpiter tonante, cuya esposa es la Vaca Sagrada, Devi Kundalini Shakti, mediante la alquimia sexual, se convierte en el Mercurio de la filosofía secreta, en ese Mercurio que llegamos a ver en el espejo extraordinario de la alquimia.

Decían los grandes maestros de la Alquimia: “Bendito Dios que ha creado a Mercurio, porque sin éste último la Gran Obra no sería posible para los alquimistas”. Pero nos deja realmente asombrados el Mercurio. Él deviene de las transmutaciones, de las transformaciones, dijéramos, del esperma sagrado, el resultado de la magia sexual. Él es como el vapor que se levanta del pozo, es como la nube que surge del caos metálico.

Ese Mercurio, sin embargo, posee una inteligencia de tipo subliminal, inefable. Es así cómo puede verdaderamente transformarse el plomo de la personalidad en el oro magnífico del espíritu. También puede asomarse a través de nuestro rostro, para verse en el espejo mirífico de la alquimia.

Y si pensamos en Marte, el guerrero, el señor del hierro, si pensamos en esas fuerzas belicosas que cargamos en nuestro interior, en esas fuerzas duras y terribles, no podemos menos que asombrarnos al ver cómo, mediante la alquimia sexual, viene a nacer en nosotros el señor del amor. Eso nos invita a la reflexión, que el Viejo Venerable de los siglos, se convierta en el niño afecto que se mueve dentro de los templos de la Fraternidad Universal Blanca.

Eso es lo asombroso, que el Júpiter tonante, ese Tercer Logos inefable, ese Archi-hierofante y Archi-mago de que nos hablara Don Mario Roso de Luna, el insigne escritor español, se transforme en el Mercurio de la filosofía secreta, en el Dios de la elocuencia, en esa forma lúcida de un Cagliostro y en la portentosa de un Saint Germain, o sencillamente, en esa apoteosis de nuestra psiquis durante el éxtasis magnífico.

Verdaderamente no puede menos que llevarnos al asombro.

A mí que me ha tocado ver a mi propio Mercurio reflejado en el espejo de la alquimia, doy testimonio de lo que he visto y digo que es grandioso.

Si dijéramos únicamente que el Mercurio resulta de las transformaciones del esperma en energía, y que mediante ese agente logramos convertir el plomo en oro, pues, no diríamos tampoco la última palabra; quedaría la explicación incompleta, porque ese .Mercurio no es solamente un agente puramente metálico capaz de realizar transmutaciones, no; hay algo más en ese Mercurio, es el Dios de la elocuencia, es el genio vivo que resplandece en el cuerpo astral del arhat gnóstico, es el mismo Logos, el mismo Tercer Logos, convertido y transformado, mediante el sexo, en el hijo del hombre.

No es, pues, una sustancia meramente en bruto o meramente metálica, no es únicamente esa materia venerable de la cual nos hablara Sendivogius, Raymundo Lulio, Nicolás Flamel, Paracelso, el Trevisano, etc., es algo más. Es Júpiter tonante convertido en genio manifiesto, Júpiter tonante convertido en el planeta metálico de Mercurio.

Hablando metálicamente dijéramos que es el status convertido en el Mercurio viviente filosofal, que Marte belicoso se convierte en esa criatura hermosa y perfecta que ambula por los templos, en esos seres del amor, en esos hermanos mayores de la humanidad.

Asombra sobremanera, mis caros hermanos, cómo la alquimia sexual produce en nosotros las permutaciones de los planetas metálicos, la transformación de los metales de uno en otro, los cambios radicales que originan una nueva criatura trascendente y trascendental.

¿Cómo sería o de qué otra manera podrían realizarse esas permutaciones metálicas dentro de nosotros mismos? Obviamente, sin el fuego sagrado de la alquimia, sin el Sahaja Maithuna resultaría absolutamente imposible realizar cambios de esta índole.

Como ustedes van viendo, lo que buscamos nosotros es convertirnos en algo diferente, en algo distinto, que las diversas substancias químicas se combinen dentro del organismo para originar los diversos funcionalismos biomecánicos ó fisiológicos. Si existen tantos fenómenos catalíticos y metabólicos, si el azúcar puede transformarse en alcohol, indudablemente también existen las diversas permutaciones alquímicas, las cuales, a través de incesantes combinaciones, vienen a convertirnos realmente en dioses inefables terriblemente divinos.

Claramente, el Sahaja Maithuna, la magia sexual, es el fundamento vivo de la Gran Obra.

El ser humano ingresa en el claustro materno como un simple germen para desarrollarse y desenvolverse. Después de nueve meses, tal germen viene a la existencia, ya más desarrollado, pero no completamente desarrollado.

Manifiestamente, durante los primeros siete años de la infancia pasamos por la influencia lunar, gozamos entonces de la dicha del hogar, a menos que un karma violento nos dañe realmente estos primeros años de la vida.

Pero el germen no está completamente desarrollado. El hecho de haber nacido un germen y de haber vuelto a la existencia un poco más desarrollado, no significa que haya terminado su desarrollo. Durante esos primeros siete años de la existencia se manifiesta en nuestro organismo, en los varones, la primera zona testicular que produce ciertas células que le permiten existir, y en cuanto a las niñas, sus ovarios les dan ciertas células, ciertos principios que las sostienen vitalmente.

Más tarde, aquel germen, continuando con su proceso de desarrollo, entra en la influencia de Mercurio. Entonces el niño va a la escuela, estudia, juega, ya no puede estar a todas horas encerrado dentro de la casa. Mercurio lo mueve, lo agita, lo inquieta. La segunda capa testicular produce en el varón determinadas células que vienen a especificar y a definir completamente su sexo.

Pasada tal época, entramos en la influencia de Venus. Por su desarrollo, de los catorce a los veintiún años, pasamos bajo la influencia de Venus. Se dice que esa es la edad de la punzada; hombres y mujeres, comienzan a sentir la inquietud sexual. Las glándulas sexuales entran en actividad. La tercera capa testicular en el varón viene a producir zoospermos, mas estos todavía no están lo suficientemente maduros, porque tampoco aquel que va de los catorce a los veintiún años, ha terminado aún su proceso de desarrollo. El germen no ha concluido sus procesos de desarrollo.

Grave es, por consiguiente, que aquel germen que no ha cumplido todavía con sus procesos naturales de desarrollo, entre en el terreno del comercio sexual. Indiscutiblemente, no es recomendable el coito para tales gérmenes que no han concluido con su desarrollo. No es correcto que aquel que pasa por su segunda infancia o de adolescente, copule. Es obvio que el coito para esos gérmenes que no han terminado su desarrollo, es decir, para los niños y para los adolescentes, trae indiscutiblemente en forma irrefutable perjuicios muy graves para su salud y para su mente. Esos perjuicios, si bien no se sienten en principio durante la juventud, vienen a sentirse en la vejez.

Así vemos que hoy es normal que cualquier hombre comience a perder su virilidad entre los cuarenta y los cincuenta años. ¿Por qué? Por los abusos de la adolescencia y hasta en la segunda niñez.

Ya dijimos que la primera niñez va desde el nacimiento hasta los siete años y hay una segunda niñez que va desde los siete hasta los catorce años. Desgraciadamente, hoy en día, causa dolor decirlo, muchos niños de doce y trece años ya están copulando, y aquellos que no están copulando cometen el crimen de masturbarse, ya que con la masturbación eliminan sus hormonas, degeneran sus cerebros, atrofian su glándula pineal y se convierten en candidatos seguros para el manicomio.

Bien es sabido que, después del coito, el phalus continúa con cierto movimiento peristáltico conducente a recoger energías vitales del útero femenino para tratar de reponer sus principios genésicos eliminados; pero cuando hay masturbación, entonces sucede que con tal movimiento peristáltico phálico, en vez de asimilarse energías vitales femeninas, principios útiles para la existencia, se absorbe aire frío, el cual pasa directamente al cerebro, y el resultado es la idiotez, la degeneración mental o la locura.

El vicio de la masturbación está también desgraciadamente muy popularizado entre el sexo femenino. Obviamente, con tal vicio, mujeres que podrían haber sido geniales o buenas esposas, se han degenerado prematuramente, se han envejecido rápidamente, han perdido su potencial sexual, se han convertido en verdaderas víctimas de la vida.

Así pues, es bueno comprender todos estos aspectos del sexo, es bueno saber lo que es el sexo. Que los adolescentes cohabiten es absurdo porque ellos tan sólo son gérmenes que no han terminado su desarrollo. El desarrollo en sí mismo y por sí mismo viene a concluir a la edad de los veintiún años. Entonces es cuando realmente comienza la mayoría de edad, la edad responsable como se ha dicho.

De los veintiún a los cuarenta y dos años tenemos que conquistar nuestro puesto a la luz del sol. De los veintiún a los cuarenta y dos años queda completamente definida en la vida nuestra vocación y lo que hemos de ser. Desgraciadamente aquellos que ya han alcanzado la mayoría de edad, por lo común no han tenido una orientación específica sexual. Sin haber concluido su desarrollo como gérmenes que un día entraron en el claustro materno, despilfarraron su capital hormonal, gastaron su potencial viril, y, al llegar a los veintiún años, descubren que se encuentran con una fuerza mental muy débil; obviamente, tal fuerza es irradiada por la glándula pineal.

Pero cuando esa glándula ha sido debilitada por el abuso sexual (porque la glándula pineal y las glándulas sexuales están íntimamente unidas), entonces el resultado es que nos encontramos en una posición desventajosa para conquistar nuestro puesto a la luz del sol. Como consecuencia o corolario, al no irradiar con potencia nuestras ondas psíquicas debido a la debilidad de la pineal, situada en la parte superior del cerebro, fracasamos profesionalmente, o sencillamente, se nos vuelve dificultosa la lucha por el pan de cada día. Nuestros negocios fracasan y aquellas personas con quien debemos ponernos en contacto comercial, no sienten nuestro impulso, cancelan sus negocios y difícilmente conseguimos entonces el pan de cada día.

Si el germen se desarrollara sin intervenciones de ninguna especie, si el germen se desenvolviera sin interferencias de ningún tipo, si no existieran abusos sexuales, al llegar a la edad de los veintiún años, poseeríamos una potencia energética extraordinaria y conquistaríamos nuestro puestecito a la luz del sol con gran éxito.

Es bueno saber que aquí en México tenemos cincuenta y seis millones de habitantes; somos cincuenta y seis millones de personas que luchamos por existir. Hay doce millones de personas analfabetas y diecinueve millones de personas que están padeciendo hambre y miseria. Se podría protestar contra el Gobierno o contra los Gobiernos, y nada resolveríamos con tales protestas, pues en realidad de verdad, nosotros no debemos culpar a otros de nuestra mala situación, sólo nosotros somos responsables de la mala situación económica.

Siempre le echamos la culpa a los diversos sistemas políticos y económicos, siempre acusamos al Presidente o a los Presidentes de las naciones, y eso es absurdo porque sólo nosotros somos los creadores de nuestro propio destino. Es obvio que si entramos en la lucha por la vida con debilidad, si no poseemos las fuerzas psíquico-mentales-eróticas potentes como para abrirnos paso en la existencia, pues tenemos que sufrir de hambre y de miseria.

Si se permitiera al germen aquel que un día entró en el claustro materno desarrollarse armoniosamente hasta los veintiún años, entraríamos pues en el camino de la vida con gran éxito, fuertes, poderosos, llenos de salud, llenos de energía. Mas, desgraciadamente, estamos copulando desde la segunda infancia. No se ha permitido al germen, aquel que un día entró en el claustro materno, continuar con éxito y sin interferencias su proceso de desarrollo.

En cuanto al sexo femenino, he de decir que el germen concluye sus procesos de desarrollo a la edad de dieciocho años; es decir, la mujer se desarrolla más pronto que el varón, por eso ella puede casarse más joven. Pero que un hombre, o un niño todavía no siendo hombre, sino un germen en proceso de desarrollo, se case antes de los veintiún años, que esté copulando desde los catorce, eso es absurdo, manifiestamente criminoso, monstruoso en el sentido más completo de la palabra.

Después de los cuarenta y dos años, es decir, después que ha pasado la influencia solar, durante la cual nosotros hemos de conquistar nuestro puestecito a la luz del Sol, entramos en la época de Marte, que va desde los cuarenta y dos hasta los cuarenta y nueve.

Quien ignora estos ciclos cósmicos, repitiéndose en el microcosmos hombre, indudablemente no sabe aprovechar el ciclo de Marte y viene a crearse una vejez miserable.

Es bueno que pensemos un poquito en la vejez, mis caros hermanos, es bueno que nos vayamos preparando para la ancianidad. No es correcto que aguardemos a ser ancianos para luego tratar de arreglar nuestra existencia.

Así como de niños tuvimos una cuna, un hogar, un padre, una madre, así también de viejos necesitamos una casa, necesitamos un hogar, necesitamos tener una fuente de ingresos económicos suficientes para no perecer de hambre y miseria.

De la edad de los cuarenta y dos a los cuarenta y nueve años, está el ciclo de Marte. Entonces nosotros, durante esa época, debemos trabajar en forma intensísima, hasta el máximo.

Es de los cuarenta y dos a los cuarenta y nueve años cuando debemos nosotros darle forma concreta a ese hogar que debemos tener para nuestra vejez. Es de los cuarenta y dos a los cuarenta y nueve años, bajo la influencia de Marte, cuando nosotros hemos de crear una fuente de ingresos absolutamente segura para nuestra ancianidad.

Marte nos ayuda con su potencia energética, pero desgraciadamente muchos han abusado del sexo durante los ciclos de Venus y del Sol, y, al llegar al ciclo de Marte, a pesar de recibir entonces la influencia de ese planeta, están tan agotados por su forma sexual de vivir, por sus abusos, que en modo alguno saben aprovechar como deberían aprovechar el potencial sexual, y el resultado viene a ser después, lamentablemente al no aprovecharse como se debe el ciclo de Marte.

Deviene entonces como consecuencia o corolario, una ancianidad miserable. Viene a encontrarnos la ancianidad sin ninguna fuente segura de ingresos, y entonces, en vez de ser útiles en alguna forma, aunque sea para nuestros nietos, venimos a convertirnos indudablemente en estorbo para todo el mundo. ¡Por no saber vivir! ¡Por no saber vivir! ¡Por no saber vivir!

Después de los cuarenta y nueve años, o sea de los cuarenta y nueve hasta los cincuenta y seis, entra en nuestra vida Júpiter tonante, Júpiter terrible. Él da el cetro a los reyes, la vara a los patriarcas, el cuerno de la abundancia a quien se lo merece. Mas, si nosotros no hemos luchado de verdad durante el ciclo de Marte, o si hemos luchado con desventajas debido al abuso sexual, si nosotros no hemos aprovechado la influencia solar como es debido por no haber dejado desarrollar armoniosamente aquel germen que un día entró en el claustro materno, entonces la influencia jupiteriana, en vez de tornarse positiva, en vez de poner en nosotros el cetro de los reyes, viene a poner en nosotros la miseria.

Ténganse en cuenta que cada planeta tiene un doble aspecto, positivo y negativo. Si Júpiter tonante tiene al ángel Zachariel como regente, tiene también su antítesis tenebrosa, ella es Sanagabril.

Distíngase entre Zachariel y Sanagabril, son diferentes. Distíngase entre el cuerno de la abundancia y el palo del mendigo.

Obviamente, quien ha gastado su potencial sexual, quien ha gastado sus valores vitales, su capital cósmico, recoge los resultados: miseria, pobreza, humillación en el ciclo de Júpiter.

La ancianidad propiamente dicha se inicia a los cincuenta y seis años con Saturno, el Viejo de los cielos, y termina a los sesenta y tres. No quiero decir que forzosamente a los sesenta y tres años tengamos que morirnos todos, no, sino que el primer ciclo de Saturno propiamente comienza a los cincuenta y seis y termina a los sesenta y tres.

Después siguen otros ciclos. Seguirá el ciclo de Urano, por ejemplo, pero eso no lo captarían sino los individuos desarrollados internamente, los grandes Iniciados.

También con sus siete años, un ciclo de Neptuno sería para los grandes hierofantes, un ciclo de Plutón para mahatmas. Más allá seguirían dos ciclos trascendentales, y, por último, armonías exquisitas y poderes para aquellos que ya alcanzaron el elixir de larga vida. Pero, hablando concretamente, el ciclo de Saturno para las personas comunes y corrientes dura siete años. Al llegar a los sesenta y tres años es cuando termina el ciclo de Saturno. Entonces vienen más combinaciones: Saturno con la Luna, Saturno con Mercurio; cada siete años hay un cambio de esos; Saturno con Venus, etc., etc., etc.

Por eso vemos que los viejos van cambiando según avanzan en años. Un viejito, por ejemplo, de los sesenta y tres a los setenta, combinándose en él a Saturno con la Luna, se vuelve bien infantil en su manera de ser. De los setenta a los setenta y siete le daría por tener ciertas inquietudes mercurianas, ciertas ganas de estudiar o saber, etc.; y así sucesivamente.

En todo caso, durante toda la ancianidad, está Saturno combinándose en una o en otra forma con los otros mundos. Es obvio que Saturno, el Viejo de los Cielos, es la espada de la justicia que nos alcanza desde el cielo. Si nosotros no supimos vivir armoniosamente con cada uno de los ciclos planetarios, obviamente recogeremos los resultados con el viejo Saturno, el Anciano de los Cielos.

Así pues, mis caros hermanos, son maravillosas estas extraordinarias transformaciones vitales de nuestra propia existencia. Las gentes normales comunes y corrientes piensan que al llegar a los veintiún años ya somos mayores de edad. Normalmente sí, el germen que nació, o lo que entró un día en el vientre de la existencia y que luego nació y vino a la vida, concluye su desarrollo a los veintiún años, eso es exacto; pero si nosotros cumpliéramos con el deber cósmico, tal como lo hacían los antepasados, los lemures y los atlantes, nos convertiríamos en hombres verdaderamente y en dioses.

¿Cuál es el deber cósmico? Voy a decirles a ustedes cuál es:

1.- No permitir que los conceptos intelectuales pasen por nuestra mente en forma mecanicista. Con otras palabras diré: hacernos conscientes de todos los datos intelectivos venidos de la mente. ¿Cómo nos hacemos conscientes de esos datos? Por medio de la meditación. Si leemos un libro, meditar en él, tratar de comprenderlo.

2.- Emociones. Debemos hacernos conscientes de todas las actividades del centro emocional. Es lamentable ver cómo las gentes se mueven bajo el impulso de las emociones en forma completamente mecanicista, sin control ninguno. Nosotros debemos hacernos autoconscientes de todas las emociones.

3.- Hábitos, costumbres del centro motor. Nosotros debemos hacernos autoconscientes de todas las actividades, de todos nuestros movimientos, de todos nuestros hábitos. No hacer nada en forma mecánica.

4.- Debemos adueñarnos de nuestros propios instintos y someterlos. Debemos comprenderlos a fondo íntegramente.

5.- Transmutar la energía sexual. Mediante el Sahaja Maithuna transmutaremos incesantemente nuestras energías sexuales.

Así, cumpliendo con el deber cósmico, es obvio que nuestra vida se desarrollará armoniosamente, se formarán en nosotros, se fabricarán en nosotros los cuerpos existenciales superiores del Ser, y así, en armonía con el Infinito, a tono con la Gran Ley, podremos llegar a la ancianidad, llenos de éxtasis y podremos alcanzar la maestría y la perfección.

Antes de que la gran catástrofe atlante hubiera cambiado totalmente la fisonomía del globo terrestre, y más aún, antes de que el abominable órgano Kundartiguador del continente MU se hubiera desarrollado, los seres humanos cumplían con su deber cósmico, entonces podían vivir, mis caros hermanos, mil años.

Cuando uno cumple con su deber cósmico, la vida se alarga. Desgraciadamente, el animal intelectual se degeneró totalmente cuando desarrolló en su constitución íntima el abominable órgano Kundartiguador, sobre el cual hemos hablado tanto.

Es obvio que, después de haber perdido ese órgano, quedaron las consecuencias, el Ego, el Yo, el Mí mismo, el Sí mismo, dentro de nosotros. Ya con tales consecuencias nos volvimos perversos, ya no quisimos seguir cumpliendo con el deber cósmico y la vida se fue acortando miserablemente.

En otros tiempos, cuando la humanidad no se había degenerado, cuando todavía cumplía con el deber cósmico, es claro que la existencia se hacía larga. Cualquier ser humano podía hasta alcanzar el promedio de mil años de vida, y el resultado es que los cuerpos existenciales del ser se formaban en cada criatura, y fue por aquella época cuando surgieron sobre la faz de la tierra muchos hombres solares, muchos dioses, muchos hombres divinos.

Hoy ya casi no se ven estos seres porque la gente no sabe cumplir con el deber cósmico. Es pues necesario vivir a tono con el Infinito, cumplir con nuestro deber cósmico, hacernos conscientes de nosotros mismos, no gastar nuestras energías sexuales, enseñarles a nuestros hijos a transmutar el esperma en energía, advertirles que es una desgracia, que es una monstruosidad cohabitar antes de los 21 años; hacerles saber a los adolescentes, que no han terminado todavía su proceso, de que todavía son gérmenes en proceso de desarrollo y que es monstruoso que un germen este cohabitando. Los gérmenes, gérmenes son y deben desarrollarse.

Así pues, mis caros hermanos, reflexionen en todo esto. Utilicen la alquimia en sí mismos para que puedan realizar esas transmutaciones de los Planetas Metálicos dentro de cada uno.

Es mediante la alquimia, es mediante el deber cósmico cumplido, cómo podemos nosotros transformar al viejo Saturno en la Luna divina, en el niño.

Es mediante esa alquimia sexual, como ya dije, que podemos nosotros convertir al Júpiter tonante en el Mercurio de la filosofía secreta. Es mediante la alquimia, que el Marte belicoso puede transformarse en una criatura de amor y así nacer verdaderamente como adeptus. Lo importante es, repito, que el germen se desarrolle armoniosamente y que continúe después con los procesos de ultra-desarrollo hasta lograr la autorrealización íntima del Ser. Esto es todo, mis caros hermanos.


Samael Aun Weor

Fin de «Los Planetas Metálicos de la Alquimia»

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