CURSO DE GNOSIS

B06.- IMAGINACIÓN Y FANTASÍA

Platicaremos esta noche sobre imaginación y fantasía, sobre memoria positiva y memoria mecánica, etc.

Obviamente, conviene hacer una plena diferenciación entre lo que es imaginación dirigida voluntariamente y lo que es la imaginación mecánica.

La imaginación dirigida es la imaginación consciente (para el sabio, imaginar es ver). La imaginación consciente es el translúcido; en ella se refleja el firmamento, los misterios de la vida y de la muerte, el Ser, lo Real.

Imaginación mecánica es diferente. Está formada con los desechos de la memoria. Es la fantasía, y conviene investigarla profundamente.

Las gentes, con su fantasía o imaginación mecánica, no se ven a sí mismas tal cual son, sino de acuerdo con su forma de fantasía. Existen varias formas de la misma. Una de ellas consiste, precisamente, en eso de no verse uno a sí mismo tal cual es. Pocos son los que tienen el valor de verse a sí mismos en su crudo realismo.

Estoy absolutamente seguro de que los aquí presentes, nunca se han visto a sí mismos tal cual son. Su imaginación mecánica les hace confundir gato por liebre. En su imaginación mecánica o fantasía, se ven con una forma que no coincide con la realidad.

Si yo en verdad le dijera a cada uno de ustedes, los aquí presentes, cómo es, cuál es su característica psicológica específica, estoy absolutamente seguro de que se sentirían heridos. Es claro que ustedes sobre sí mismos tienen un concepto equivocado, nunca se han visto a sí mismos, su forma de fantasía les hace verse como no son.

Hablando en forma alegórica y simpática, trataré únicamente de hacer una exploración psicológica grosso modo, sin citar nombres ni apellidos, usando simbólicos nombres. Así, que cada uno de los aquí presentes entienda y escuche.

¿Qué diríamos, por ejemplo, de Cicerón? ¡Qué gran orador! Lapidario en sus Catilinarias, inteligente ¿quién lo negaría?, grandilocuente como ninguno, lapidario terrible. Mas ¿estamos seguros de que todo en él es benevolencia? Reflexionemos. Si dijéramos la gravedad de sus faltas, se sentiría herido; si lo señaláramos, protestaría violentamente. Nunca asesinó a Popea (esa labor se la dejamos a Nerón); pero sí, con “cuchillito de palo” hizo sangrar el corazón de su “Popea”, mas él en modo alguno se sentiría realmente aludido. Magnánimo se ha sentido siempre, bondadoso y ésa es su característica fantástica: verse equivocadamente, a través del prisma de una benevolencia extraordinaria.

¿Y qué diríamos nosotros, por ejemplo, de aquél que, anhelando la luz del espíritu, fallara en su base? ¿No dicen que Ícaro se elevó hasta los cielos con alas de cera, que se le derritieron y entonces fue precipitado al abismo? Sin embargo, no piensa él de sí mismo así. Supone que es fiel en las filas; está seguro de que marcha por el camino recto; que es noble cual ninguno. Continuando así, por este camino, ¿qué le quedaría, pues, a Ícaro después de precipitarse al Averno?.

¿No dicen que Ganímedes subió hasta el Olimpo a beber vino? Pero Ganímedes también puede ser arrojado al fondo del precipicio.

El discípulo (llamémoslo ahora Justiniano, como simbolismo), ¿cuántas veces se ha justificado a sí mismo? Está convencido de que marcha muy bien. Tal vez, en los últimos tiempos ha mejorado algo, pero ¿acaso no ha protestado en determinados momentos? ¿Acaso no ha protestado ante el ara del sacrificio? Mas él se siente invicto, seguro está de que nunca ha protestado. Dirá que siempre todo lo ha hecho en favor de la gran causa, sin fallar jamás.

En nombre de la verdad, y aunque aquí parezca a ustedes un poquito difícil, son raros los que a sí mismos se han visto tal cual son.

Aristóteles, una y otra vez en su filosofía, está convencido de que su sapiencia es formidable. ¿Cruel? Jamás se ha sentido. ¿Consorte? Magnífico cual ninguno. Ha hecho sufrir, pero él sigue convencido que jamás ha procedido mal. Está seguro de ser magnífico, benevolente, dulce, etc.

En nombre de la verdad, podría decirles a ustedes así: Que sólo hay una persona que se ha visto a sí misma tal cual es. Nada más que una entre todos los aquí presentes, una. Los demás, todos tienen sobre sí mismos una imagen fantástica. Su forma de imaginación mecánica les hace verse, no como son, sino como aparentemente son.

Así pues, mis queridos hermanos, los invito a la reflexión. Piensen ustedes si alguna vez, en verdad, se han visto tal cual son.

Los historiadores, por ejemplo, ¿qué es lo que han escrito? ¡Fantasías y nada más! ¿Qué dicen de Nerón? Que era un homosexual y que se llegó a casar con otro homosexual. ¿De dónde sacaron eso los historiadores? ¿Les consta acaso? En nombre de la verdad les he de decir que yo estuve reencarnado en la época de Nerón y que de homosexual no tenía nada. Muchas veces lo vi salir por las puertas de la vieja Roma, sentado en su litera sobre los hombros de sus esclavos, hombre de amplia frente y robusto cuerpo, hercúleo. No lo afirman así los historiadores. Ellos enfatizan la idea de un “jorobetas” horrible, abominable. En vez de vérsele rodeado, como muchos creen, de gentes homosexuales, es al contrario: lo conocí siempre rodeado de sus mujeres. Yo viví en la época de Nerón y doy testimonio de eso. Los historiadores han falseado la realidad con respecto a este hombre.

¿No acusan acaso a María Antonieta de prostituta, adúltera y no sé qué más? Nadie ignora que se le hizo un gran escándalo por lo del collar de la Reina, joya que ella había regalado para ayudar a otros. Pero de eso a que ella le haya sido infiel a Luis XVI, hay una gran distancia. La sometimos a prueba en los mundos superiores y resultó terriblemente casta, con derecho a usar la túnica blanca. Yo la vi pasar por París rumbo al cadalso, heroica con su frente muy alta. Nada debía, nada tenía que temer. Entregó su vida por Francia. Nunca se la ha sabido apreciar en lo que realmente vale.

Mucho se ha escrito en la Historia, pero está deformada, no vale la pena estudiar la Historia. Apenas si son las fechas lo único útil que hay allí, y eso no siempre, porque absurdo sería que nosotros aceptáramos la fecha aquella del año 1325 o algo así, como principio de la fundación del imperio de Anáhuac, para que al año 1500 y tantos, tal imperio desaparezca bajo la bota de Hernán Cortés y sus secuaces. ¿Creen ustedes que en dos siglos se hubiera levantado una poderosa civilización como la de la Gran Tenochtitlán, si para levantar una sola Pirámide se fueron generaciones enteras? ¿Creen ustedes que una poderosa civilización de éstas se va a levantar en dos siglos? También los historiadores adulteran las fechas, las falsifican. Por eso, en materia de historia, hay que andar con mucho cuidado.

Distíngase entre memoria mecánica y memoria del trabajo esotérico gnóstico. La memoria mecánica lo lleva a uno a conclusiones erróneas. ¿Están seguros ustedes de recordar realmente su vida tal cual fue? (No les estoy preguntando por sus vidas pasadas, sino por la presente). Imposible; hay cosas que aparecen desfiguradas en la memoria mecánica.

Si uno de pequeño, aunque haya nacido en una clase media, ha vivido por lo menos en una casa limpia, aseada; ha gozado de pan, de abrigo y de refugio; ha visto unas cuantas monedas..., puede suceder que a la vuelta del tiempo y de los años, guarde en su memoria mecánica algo deformado. Porque de niños, unos cuantos billetes nos parecen millones, unas pequeñas bardas alrededor del patio o de la recámara nos pueden parecer colosales debido a que nuestro cuerpo está chico. Así pues, no sería extraño que ya grandes dijéramos: “De chiquitos, de niños, viví en tal parte; mi casa estaba magníficamente arreglada, con grandes paredes, techos arreglados. ¡Qué camas, qué mesa tan preciosa, cuánto dinero!”. Es un recuerdo mecánico, infantil y absurdo. Así pues, que la única memoria real es la del trabajo.

Si por medio del ejercicio retrospectivo nos proponemos recordar la infancia, veríamos que esa casa de muchachitos de la clase media no era el palacio que antes pensábamos que fuera, sino una humilde morada de un padre trabajador y sincero. Que esas “fabulosas sumas” que nos rodeaban, eran apenas unos pocos dineros para pagar la renta de la casa y comprar el diario.

La memoria mecánica es más o menos falsa; y si no, veamos nosotros el caso de los famosos “test” psicológicos. Si un grupo de ustedes hace una excursión a Yucatán y ven exactamente los mismos monumentos y las mismas piedras, al regresar aquí cada uno de ustedes dará una versión diferente.

¿Qué prueba eso? Que la memoria mecánica es infiel, no sirve.

A ustedes les consta muchas veces lo mismo. Han contado algún relato, se lo han dicho a tal o cual amigo. Éste, a su vez, lo ha contado a otro, pero al contarlo, ya le añadió más o le quitó un poquito, ya no es el mismo relato, ya está desfigurado. Ese otro, a su vez, se lo cuenta a otro y entonces el relato se sigue desfigurando más, y a la larga, ni ustedes mismos conocen el relato. Ha quedado tan desfigurado que en nada se parece a lo que ustedes relataban.

Así es la memoria mecánica, no sirve. Y es que en la memoria mecánica existe la fantasía. Memoria mecánica y fantasía están muy asociadas.

¿Cómo controlar la fantasía? No hay sino un modo de controlarla: mediante la memoria del trabajo. Si la memoria mecánica, por ejemplo, nos hace ver nuestra vida como no fue y como no ha sido, por medio del trabajo vamos descuartizando nuestra propia vida y llegamos a descubrirla tal cual es. Entonces ¿qué quiere decir esto? Que la memoria que guardamos después del trabajo realizado, nos permite controlar la fantasía, eliminarla, y eliminarla radicalmente. Así que es conveniente eliminar esa imaginación mecánica, porque en modo alguno nos permite el progreso esotérico.

Vean ustedes la dama que se arregla ante el espejo, que se pinta sus grandes ojeras, que se afina las cejas, que se pone unas enormes pestañas artificiales, que los labios los tiñe con un color rojo, etc. Véanla vestida al último modelo, cómo se mira ante el espejo enamorada de sí misma. Está convencida de que es bellísima. Si le dijéramos que es espantosamente fea, se sentiría herida en su vanidad y mortalmente. Ella tiene una fantasía terrible, su forma de fantasía la hace verse como no es, la hace verse con una extraordinaria belleza.

Entonces, cada cual tiene sobre sí mismo un concepto equivocado, totalmente equivocado, eso es terrible. Uno se puede sentir genial, capaz de dominar al mundo con chispeante intelectualidad, está convencido de eso. Mas si se viera en su crudo realismo, si descubriera que lo que tiene en su personalidad no es propio, sino ajeno; que las ideas que tienen no son propias, sino que las leyó en tal o cual libro; que está lleno de terribles lacras morales... Mas, pocos son los que tienen el valor de desnudarse ante sí mismos, para verse tal cual son. Cada cual ha proyectado alguna forma de su fantasía sobre sí mismo, y de esa forma, nunca se ha visto a sí mismo como es en realidad y eso es terrible, espantoso.

Prosiguiendo aquí con estas disquisiciones, pensando en voz alta para compartir con ustedes, diremos que en tanto no vaya uno disolviendo esas formas de la fantasía, permanecerá muy lejos del Ser; pero, conforme uno elimine más y más todas las formas de la fantasía, el Ser se irá manifestando cada vez más y más en sí mismos.

Cuando uno ahonda en lo que es la vida, profundamente, descubre que francamente no ha visto al mundo como es verdaderamente. Lo ha visto a través de las formas de su fantasía y nada más.

Imaginación mecánica... ¡Cuán graves son estos sueños de la fantasía! Algunas veces, quien los sueña permanece callado, otras veces los platica y otras veces quiere llevarlos a la práctica. Obviamente en el tercer caso la cuestión es grave, pues cuando un soñador quiere llegar a convertir sus sueños en realidad, comete locuras espantosas, porque sucede que sus sueños no coinciden con la mecánica de la vida y entonces, resulta haciendo locuras.

Un soñador silencioso gasta mucha energía vital, pero no es tan peligroso. El que platica sus sueños es fantasioso y puede contagiar a otras psiquis, a otras personas; pero el tercero, el que quiere convertir sus sueños en hechos prácticos de la vida, ése sí está bien “rematado” de la mente, está loco; eso es obvio.

Continuando con estas disquisiciones, vemos claramente que la imaginación mecánica o fantasía nos mantiene muy lejos de la realidad, del Ser, y eso es verdaderamente lamentable.

Las gentes ambulan por las calles soñando, van en sus fantasías, trabajan soñando con sus fantasías, se casan soñando, viven una vida soñando y mueren soñando en el mundo de lo irreal, de la fantasía. Nunca se vieron a sí mismos, jamás; siempre vieron una forma de su fantasía. Quitarle esa forma de la fantasía a alguien, resulta cruel, espantosamente cruel, terriblemente cruel.

Hay varias formas de la fantasía naturalmente. Así pues que cada uno de los aquí presentes tiene lo que podríamos decir un “yo fantasía”, una “persona fantasía” que no coincide con la realidad. La persona fantasía de ustedes ha existido desde un principio, existe ahora y existirá mañana, y ustedes están convencidos de que esa persona de su fantasía es la realidad, y resulta que no lo es, he ahí lo grave.

Repito ¿Cómo controlar la fantasía? No hay sino una sola forma de controlarla: La memoria-trabajo.

Si somos sinceros consigo mismos, debemos trabajar para eliminar de sí mismos los elementos indeseables que tenemos, y a medida que los vamos eliminando, vamos descubriendo un orden en el trabajo. Pero ¿quién viene a establecer ese orden en el trabajo esotérico? el Ser. Él establece ese orden, y esa memoria-trabajo nos permite eliminar de nosotros la fantasía.

Pero se necesita un gran valor para poder uno romper el yo fantasía que posee, su persona fantasía. Ustedes están aquí escuchándome y yo estoy aquí hablándoles y estoy seguro de que, por ejemplo, nuestro hermano Arce está convencido de lo que él es, y dice: “Soy Arce, soy hombre de negocios, mi modo de ser es éste y éste y éste”... ¿Quién podría decirle a Arce que no es Arce? ¿Quién podría decirle que él no es un hombre de negocios? ¿Quién se atrevería a decírselo? ¿Y acaso él lo creería? Podría acaso aceptarle a alguien la idea de que él no es el hombre de negocios, de que él no es Arce, de que él no es lo que cree él que es? Estoy seguro que ni el mismo Arce se lo aceptaría a ustedes. (dirigiéndose a Arce)

—¿Tú que dirías?

—Venerable, ante la enseñanza de usted, no hay lugar a dudas.

—Pero ¿qué tal si uno de los aquí presentes rompe ese “yo fantástico” que tú crees que eres, que estás seguro que eres? Lo destroza y dice que “ése no eres tú”. Puede ser que tú a mí me digas: “Bueno, con lo que usted dice, maestro, estoy de acuerdo”. Pero quién sabe si, ya aparte, frente a frente con el interlocutor, pienses distinto. Lo más seguro es que le contestarías a fulano o a fulana: “Bueno, ése es un concepto tuyo. Yo soy Arce y soy como soy”. Eso es obvio ¿no?, como siempre te has conocido, ¿verdad?

—Sí, Maestro.

—Pues bueno, yo te digo que ése que tú has conocido siempre, ése que tú crees que eres, no existe; ésa es una fantasía tuya. Cuesta trabajo aceptar eso que te estoy diciendo, se vuelve espantosamente difícil; pero más tarde, cuando tú te explores a ti mismo psicológicamente, te darás cuenta que sobre ti mismo tenías un concepto equivocado.

Y así sucede, pues, con cada uno de los aquí presentes. Nunca se han visto a sí mismos, siempre han visto una forma de fantasía en sí mismos. Es decir, tiene cada uno de los aquí presentes un yo fantasía, una persona fantasía que no es la realidad.

Ahora, hay momentos terribles, eso sí se lo digo a ustedes, muy raros, demasiado raros, en que uno logra ver por un instante su propia ridiculez. Es cuestión de segundos, de momentos, en que uno logra percibir su yo fantasía, su persona fantasía. Cuando eso sucede se siente un dolor moral muy profundo, pero luego vienen los “juguetitos” de la mente, la manera de enderezar el entuerto, y al fin se autoconsuela de cincuenta mil maneras y olvida la cuestión, y el mundo sigue andando, como siempre. Son raros estos despertares, muy raros, pero todos alguna vez los hemos sentido, todos.

Vale la pena que nosotros seamos sinceros consigo mismos. Se trata sencillamente de autoconocernos, si es que de verdad queremos nosotros hacer manifiesto al Ser que llevamos en nuestro interior. Si es que de verdad nosotros aspiramos a que algún día quede la realidad y nada más que la realidad en nosotros, sin ningún átomo de fantasía. Necesitamos ser sinceros y tener el valor de desgarrarnos, de romper este yo fantasía, esta persona fantasía que no existe, que los demás saben que no existe, pero que uno cree que sí existe.

Claro, se necesita usar el bisturí de la uutocrítica; de lo contrario no sería posible. Autocrítica de fondo, no de superficie. Si procedemos así, lograremos romper el yo fantasía, lograremos destrozarlo, reducirlo a cenizas, a polvareda cósmica. ¿Objetivo? Descubrir al Ser. El yo fantasía eclipsa al Ser, lo mantiene a uno tan fascinado en sí mismo, en lo que no es, en lo que no es real, que no le deja a uno descubrir al Ser, al Ser que hay en uno mismo, en sus profundidades.

No olviden ustedes mis queridos hermanos que el Reino de los Cielos está dentro de nosotros mismos y que tiene distintos niveles. También el Reino de la Tierra está aquí, en nosotros; y el nivel más elevado del hombre de la Tierra es más chiquito, no alcanza siquiera, no le da ni a los pies al más pequeño de aquellos que viven en el Reino de los Cielos.

Pero ¿cómo poder salir de los distintos niveles de la Tierra para entrar siquiera en el nivel inferior del Reino de los Cielos, en la primera escala del Reino de los Cielos, que dentro de nosotros está y no fuera de nosotros, dar ese paso del Reino de la Tierra al de los Cielos?

El de la Tierra tiene distintos niveles; desde los más grotescos hasta los más elevados, los más refinados; pero el más refinado de los niveles de la Tierra no es el Reino del Cielos.

Para pasar de la más elevada escala del Reino de la Tierra, o de los Reinos de la Tierra al escalón más inferior del Reino de los Cielos, se necesita un cambio, una transformación. Se necesita renacer del agua y del espíritu, se necesita desdoblarse en dos: En la personalidad terrena y el hombre psicológico, el hombre interior.

Mas, ¿cómo podría producirse ese desdoblamiento en dos, esa división en dos; un hombre inferior, terrenal, colocado en el nivel común y corriente, y otro en una octava superior, dentro de sí mismos? ¿Cómo podría producirse, en verdad, la separación en nosotros de esos dos tipos de hombre, que resulte el inferior y el superior? ¿De qué manera? ¿Creen ustedes que sería posible esto, si continuáramos fascinados con esta personalidad fantástica que creemos es la verdad, y no lo es? Mientras uno esté convencido de que la forma como se está viviendo es la verdadera, no será posible el desdoblamiento psicológico. No será posible que el hombre interior se separe del exterior. No será posible, pues, penetrar en el primer escalón del Reino de los Cielos. Obviamente, la fantasía es la que tiene a la humanidad sumida en el estado de inconsciencia en que se encuentra. Mientras exista la fantasía, la conciencia continuará dormida.

Hay que destruir la fantasía. En vez de la fantasía, debemos nosotros tener la imaginación consciente, la imaginación dirigida. La fantasía es imaginación mecánica y, en vez de la memoria mecánica, debemos tener nosotros la memoria del trabajo esotérico, la memoria consciente.

Aquel que, por ejemplo, practique el ejercicio retrospectivo para revisar su vida, acaba con la memoria mecánica y establece dentro de sí mismo la memoria consciente, la memoria del trabajo. Aquel que mediante el ejercicio retrospectivo puede recordar sus vidas anteriores, acaba con la fantasía. Entonces adquiere la memoria trabajo.

Así pues que la memoria trabajo y la imaginación consciente, nos permitirán llegar muy lejos en el camino del autodescubrimiento.

Hasta aquí mis palabras. Si alguno de ustedes tiene algo que preguntar, puede hacerlo con la más entera libertad.

D. Maestro, ¿cuáles podrían ser los mejores ejercicios para desarrollar bien la imaginación consciente?

M. Como quiera que la imaginación consciente es la imaginación dirigida, indubitablemente hay que aprender a dirigir la imaginación. Si por ejemplo, nosotros relajamos nuestro cuerpo y luego enfocamos la imaginación sobre algo que tenga vida (dijéramos, sobre el proceso del nacer y del morir de todas las cosas), desarrollaremos la imaginación consciente. Imaginemos la semilla, semilla de un rosal germinando, cómo va luego creciendo el tallo, cómo se va enredando, cómo va echando espigas y ramas y hojas, flores.

Pensemos luego en el proceso a la inversa, en el proceso involutivo: cómo se van marchitando los pétalos de la rosa, cómo las hojas van cayendo y al fin, aquel rosal queda convertido en un montón de leños.

Es un ejercicio maravilloso. Con él se logra el desarrollo de la imaginación en forma positiva, con él se logra la imaginación consciente, que es la que vale. ¿Cómo eliminar la fantasía de nosotros, o sea la imaginación mecánica? Pues sencillamente disolviendo primero que todo el yo fantasía, acabarlo. Tenemos que empezar por vernos como somos y no como aparentemente somos, o como creemos que somos. Es difícil verse uno a sí como es. Uno, normalmente, se ve como no es, se ve como cree uno que es, de acuerdo con su fantasía. Por ahí tiene uno que empezar para romper la fantasía.

Cuando uno se ha visto de verdad como es, en su más crudo realismo, por lo común sufre una terrible decepción de sí mismo, una espantosa decepción (¡qué horror!). Después le queda el consuelo de la sapiencia.

Si uno acaba con la memoria mecánica y establece la memoria del trabajo, pues elimina la fantasía, porque en la memoria mecánica hay fantasía.

Ya dije el caso de los historiadores. ¿De qué sirve estudiar grandes obras de nuestra Historia si son puras fantasías? ¿Estuvieron acaso presentes los historiadores en la Revolución Francesa? ¿Conocieron a Carlos V de España o qué? ¿Conocieron a Felipe el Hermoso? Creo que ellos escriben versiones desfiguradas por el tiempo, producto de la fantasía.

Si nosotros, en vez de la memoria mecánica (que es pura fantasía), establecemos la memoria trabajo en nosotros; si trabajamos sobre nosotros mismos disolviendo los elementos indeseables que tenemos, obviamente vamos adquiriendo la memoria consciente, la memoria del trabajo. Esta memoria consciente o memoria del trabajo es maravillosa, porque aplicada a la Historia Universal, nos permitiría descubrir de verdad, estudiar en los Registros Akáshicos la cruda realidad de la Revolución Francesa o de María Antonieta, de cualquier página de la historia en general.

Así, pues, la memoria consciente aplicada sobre sí mismos, nos lleva muy lejos, y aplicada sobre el Universo, nos permite estudiar los archivos de los Registros Akáshicos de la Naturaleza.

Así, a medida que uno va eliminando todo lo que haya de fantasía en uno, la imaginación consciente se irá haciendo cada vez más y más activa, y la imaginación mecánica o fantasía irá desapareciendo, hasta que no quede nada.

Samael Aun Weor

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